Mensaje
del Secretario General ONU por el Día internacional de la mujer 2016
Del techo de cristal a una alfombra de vidrios
rotos
Durante
mi infancia en la Corea de la posguerra, recuerdo preguntar sobre una tradición
que observaba: las mujeres que iban a dar a luz dejaban sus zapatos en el
umbral y, tras atravesarlo, miraban hacia atrás con temor. “Se preguntan si
alguna vez volverán a poder calzar esos zapatos”, me explicó mi madre.
Más de
medio siglo después, ese recuerdo me sigue obsesionando. En las regiones pobres
del mundo todavía hay mujeres que hoy en día corren el peligro de morir durante
el parto. La mortalidad materna es uno de muchos peligros que podrían evitarse.
Con demasiada frecuencia, las niñas recién nacidas son sometidas a la
mutilación genital femenina. Las niñas son atacadas en su camino a la escuela.
El cuerpo de las mujeres se utiliza en las guerras como un campo de batalla.
Las viudas son rechazadas y se ven empobrecidas.
Sólo
podemos hacer frente a estos problemas mediante el empoderamiento de las
mujeres como agentes de cambio.
Durante
más de nueve años, he puesto esta filosofía en práctica en las Naciones Unidas.
Hemos quebrado tantos techos de cristal que hemos creado una alfombra de
vidrios rotos. Ahora estamos barriendo las ideas preconcebidas y los prejuicios
del pasado para que las mujeres puedan avanzar y cruzar nuevas fronteras.
Yo
nombré a la primera mujer Comandante de una fuerza de efectivos de las Naciones
Unidas, e impulsé la representación de la mujer en los niveles superiores de
nuestra Organización hasta alcanzar dimensiones históricas. En la actualidad,
las mujeres son líderes en el ámbito de la paz y la seguridad —una esfera que
antaño fue del dominio exclusivo de los hombres. Cuando llegué a las Naciones
Unidas, no había mujeres al mando de ninguna de nuestras misiones de paz sobre
el terreno. Ahora, casi una cuarta parte de todas las misiones de las Naciones
Unidas están dirigidas por mujeres— cifra que no es ni mucho menos suficiente,
pero que representa una mejora considerable.
He
firmado casi 150 cartas de nombramiento de mujeres para puestos de
Subsecretaria General o Secretaria General Adjunta. Algunas provenían de
importantes instancias gubernamentales de prestigio internacional, otras han
pasado a ocupar puestos de liderazgo en sus países de origen. Todas me ayudaron
a demostrar cómo a menudo una mujer es la persona idónea para desempeñar una
labor.
A fin de
velar por que este progreso tan considerable sea duradero, hemos elaborado un
nuevo marco que exige responsabilidades a todo el sistema de las Naciones
Unidas. Donde antes se consideraba que la igualdad entre los géneros era una
idea encomiable, ahora es una política firme. En el pasado, la formación sobre
cuestiones de género era optativa; ahora es obligatoria para un número cada vez
mayor de funcionarios de las Naciones Unidas. Antes, solo en unos pocos
presupuestos de las Naciones Unidas se hacía un seguimiento de los recursos
destinados a fomentar la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de la
mujer; ahora es una norma en casi uno de cada tres, y suma y sigue.
Confucio
nos enseñó que para poner el mundo en orden, debemos comenzar por nuestros
propios círculos. Armado con la prueba del valor que aportan las mujeres
dirigentes en las Naciones Unidas, he hablado en favor del empoderamiento de
las mujeres por todo el mundo. En discursos en parlamentos, universidades y
actos en la calle, en conversaciones privadas con dirigentes de todo el mundo,
en reuniones con ejecutivos de empresas y en duras conversaciones con hombres
poderosos que gobiernan sociedades rígidamente patriarcales, he insistido en la
igualdad de la mujer e instado a que se adopten medidas para alcanzarla.
Cuando asumí
el cargo, en el mundo había nueve parlamentos sin representación de la mujer.
Hemos ayudado a lograr que esa cifra se reduzca a cuatro. En 2008 puse en
marcha la campaña “ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres”; en
la actualidad, decenas de dirigentes y ministros, centenares de parlamentarios
y millones de personas se han sumado a este llamamiento a la acción.
Yo fui
el primer hombre en firmar la campaña Él por Ella (HeForShe), y más de un
millón de hombres más se han sumado desde entonces. Yo estuve al lado de los
activistas que pedían el abandono de la mutilación genital femenina y celebré
el momento en que la Asamblea General aprobó su primera resolución en apoyo de
ese objetivo. Me hago eco del llamamiento de muchas personas que saben que las
mujeres pueden impulsar el logro de nuestra ambiciosa Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático.
En este
Día Internacional de la Mujer, me sigue indignando que se nieguen los derechos
de las mujeres y las niñas, pero me siento alentado por las personas de todo el
mundo que actúan con el convencimiento de que el empoderamiento de la mujer
conduce al progreso de la sociedad. Dediquemos una financiación sólida, una
valiente labor de promoción y una férrea voluntad política a alcanzar la
igualdad de género en todo el mundo. No hay ninguna otra mayor inversión en
nuestro futuro común.
Ban
Ki-Moon
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